Los nuevos habitantes de la España Vacía

“No podemos pensar que los inmigrantes van a conformarse con peores oportunidades de las que quieren los propios nacionales”


Gabriela Balarezo
Rosario Sampedro, profesora de sociología en la Universidad de Valladolid Rosario Sampedro, profesora de sociología en la Universidad de Valladolid

En las últimas décadas, Rosario Sampedro —doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid— ha sido parte de numerosas investigaciones en el ámbito de la sociología rural y de migraciones. Además, ha participado en varios programas de formación de agentes de desarrollo rural, en territorio español y en el extranjero. Sampedro nos explica el panorama de la migración hacia la España interior, y destaca la importancia de crear un protocolo para recibir a las poblaciones inmigrantes de la mejor manera posible.

¿Cuál es el panorama general de la inmigración en España en 2017?

Desde que comienza la crisis en 2008, esa afluencia tremenda de población inmigrante que llega a España empieza a reducirse. A partir de 2012, aproximadamente, vemos que la población inmigrante disminuye. Es decir, no es sólo que ya no vengan personas a España, sino que hay gente que está retornando a sus países o se está yendo a otros países en donde la situación económica es diferente. Estamos pasando a una nueva fase, de unos años de llegada de muchísimas personas a una etapa de estabilidad.

Según datos analizados del INE, en 20 años (entre 1996 y 2016) la población de la España Vacía —esa a la que hace alusión Sergio del Molino en su libro— se ha incrementado en aproximadamente medio millón de personas. Este crecimiento se debe exclusivamente a la llegada de población extranjera porque, de hecho, la población nacional ha decrecido. ¿Cómo explica esta circunstancia?

La gran oleada de inmigración que llega a España en la primera década de este siglo —sobre todo en el 2000— se asienta mayormente en núcleos urbanos. Porque es en donde hay más trabajo y oportunidades económicas. Pero también es cierto que hay una gran afluencia hacia zonas rurales. Estas zonas llevan décadas perdiendo población y se corresponden, sobre todo, con la España del norte interior. Y las estadísticas, precisamente, empiezan ya a captar dicho fenómeno. Después de décadas de pérdida de población, hay como una especie de repoblación. Hay regiones en las que la población se mantiene por primera vez e incluso llega a aumentar. Tal repoblación está siendo protagonizada por inmigrantes. No tiene una enorme repercusión porque normalmente son núcleos pequeñitos donde la población local está muy mayor. No es que la presencia de los inmigrantes los rejuvenezca o que vuelvan a estar siempre llenos de gente. De todas formas, la presencia de inmigrantes sí tiene un efecto interesante en tales zonas porque las empieza a revitalizar poco a poco.

Puerta de casa abandonada Foto: Marta Navarro

La mayor parte de esta población inmigrante proviene de la Unión Europea, sobre todo de Rumanía y Bulgaria, ¿por qué hay una concentración de estas nacionalidades?

Es algo que todavía estamos investigando. Los colectivos que más encontramos en las áreas rurales son los que vienen del este de Europa, Rumanía y Bulgaria principalmente, y también tenemos bastante población marroquí. Y hay algunas zonas donde la población de origen latinoamericano también se deja notar, pero en menor medida. La gente que proviene del este se está asentando mucho en zonas rurales porque al ser ciudadanos comunitarios tienen más facilidad de moverse por el territorio y de tener una situación más cómoda en lo legal y administrativo. Existe la posibilidad de que, en ocasiones, estas poblaciones provengan de zonas rurales en sus propios países. Con lo cual estarían más familiarizados con los trabajos y las formas de vivir de las áreas rurales. Hay nacionalidades que tienen más tendencia a asentarse en zonas rurales que otras. Por ejemplo, la población de origen latinoamericano es mucho más urbana.

En relación con las concentraciones de nacionalidades en determinados municipios, ¿existe un ‘efecto llamada’?

Las redes familiares y de amistad funcionan siempre —incluyendo las zonas rurales— en los proyectos migratorios. Cuando una persona (o familia) se instala en un sitio y ve que hay más oportunidades de trabajo, transmite esa información a sus redes. En muchas ocasiones, estas personas que ya están instaladas actúan como comités de acogida de los recién llegados. Los inmigrantes lo que quieren es reagrupar a sus familias. Si no se han venido con su esposa, esposo o hijos, quieren traerlos. A veces se traen a hermanos, primos, vecinos u otros familiares.

¿Estas redes facilitan o entorpecen la integración?

Cuando una persona llega a un nuevo lugar y no tiene todavía relaciones muy estrechas con los vecinos del sitio, el tener compatriotas facilita las cosas. Los hace sentir menos aislados, menos solos. El tener personas del mismo círculo, del mismo origen, puede ser un factor que les haga la vida más fácil. Lo que no sería deseable es que esto degenerara en la creación de guetos, en la relación exclusiva entre miembros de una misma nacionalidad. Lo ideal es que existan vínculos con la población autóctona también. En eso consiste la integración, en llegar a formar parte de la comunidad.

Carretera rural Foto: Marta Navarro

¿Qué buscan los inmigrantes en la España Vacía?

Como todas las personas que migran, que inician ese proyecto de dejar su país e instalarse en otro, buscan una forma o medio de vida diferente. Buscan trabajo, oportunidades para sus hijos, viviendas decentes… Hay que dejar muy claro que los inmigrantes, en el fondo, buscan lo que buscamos todos, la población autóctona también, que es tener una vida decente, para ellos mismos y para su familia, y un futuro para sus hijos.

¿Y qué encuentran?

Hemos estado investigando (Sampedro y otros colegas) cómo se está produciendo la instalación de inmigrantes en zonas despobladas. Y lo que creemos es que se debe gestionar muy bien el tema del asentamiento. Es decir, tener en cuenta qué buscan los inmigrantes y qué es lo que quiere la población local también. Qué espera cada parte del otro. Los inmigrantes necesitan trabajo, vivienda, colegios para sus hijos, servicios. Y los pueblos de la España Vacía necesitan población, y sobre todo población joven. Los pueblos necesitan niños que permitan que las escuelas vuelvan a abrir y revitalizarse.

¿La llegada de inmigrantes en estas circunstancias es una solución para la despoblación?

El efecto que han tenido esos proyectos migratorios sí es de repoblación, pero lo que tenemos que tener claro es que no podemos coger a gente y decirles: “Vamos a usarles para repoblar”. Eso no se puede hacer. La gente lo que quiere es un sitio donde tener una vida buena y un proyecto de futuro.

Pueblo deshabitado

Entonces, ¿qué sería necesario para que esas zonas se repoblaran?

Tener unas condiciones adecuadas para que la gente pueda hacer su proyecto de vida allí. Sea inmigrante o sea español, porque ambos quieren lo mismo. Quieren un medio de vida, oportunidades laborales, acceso a servicios… Lo que no podemos pensar es que los inmigrantes, por el hecho de serlo, van a conformarse con peores oportunidades o formas de vida de las que quieren los propios nacionales. Eso puede ser cierto en un primer momento. En el sentido en que una persona puede decir: “Estoy tan mal en mi país que asumo cualquier tipo de trabajo o de condición de vida”. Pero eso es temporal. Si realmente queremos que un inmigrante se asiente de una manera más estable o duradera en determinadas zonas, tenemos que conseguir que la vida en ellas sea buena.

¿Cómo reaccionan los españoles a la llegada de población inmigrante a estas regiones?

Cuando en un pueblo hay conciencia de que se está perdiendo la población, que venga gente joven o con niños o que incluso se hace cargo de trabajos para los que no hay población autóctona, se ve con agrado, con ilusión y con esperanza. También es cierto que en ocasiones gestionar la convivencia es complicado. Tiene que haber un proceso de adaptación mutua de los recién llegados y la población local. Un proceso que se hace difícil cuando hay diferencias culturales importantes, estereotipos y prejuicios. Además, no hay la misma percepción de unas nacionalidades que de otras. Esos prejuicios pueden desaparecer si hay una actitud proactiva. En estos casos, los ayuntamientos, gobiernos locales, alcaldes y las personas que están al frente de las corporaciones locales tienen un papel muy importante. Ellos pueden hacer mucho por crear las condiciones para que estas personas se asienten y para que después la convivencia sea fácil.

Este proceso de integración, ¿es más fácil o difícil que en los grandes núcleos de población?

En principio, depende mucho de cada caso y de cada circunstancia. Insisto, creo que es muy importante el papel que jueguen los ayuntamientos. Podríamos pensar que en un pueblo pequeño las cosas son más fáciles —conocer a la gente y tener un cara a cara—, sin embargo, aquí tenemos un dicho que dice: “Pueblos pequeños, infiernos grandes”. Lo que quiere decir que la gente se conoce tanto y tiene tanta cercanía que es difícil entrar. O hay estas enemistades que se transmiten de generación en generación. A veces estar en un núcleo pequeño no tiene que necesariamente facilitar las cosas. No depende tanto del tamaño como de que se sepa llevar el proceso de asentamiento de una forma inteligente y proactiva. Ahora en Europa, por ejemplo, se está hablando acerca de las ‘welcoming communities’, las comunidades que dan la bienvenida a los nuevos residentes. Con este concepto lo que se quiere decir es que este proceso no debería ser algo espontáneo. Si alguien llega a uno de estos pueblos debería haber un protocolo para que esa persona se asiente de la mejor manera posible, solventando todas su necesidades.

Paisaje desértico

¿Conoce programas o políticas relacionadas con la población extranjera en la España Vacía en particular?

Sé que en algunas comunidades que sufren la despoblación hay programas o planes de integración de población extranjera. Por ejemplo, en Castilla y León (Sampedro trabaja allí, en la Universidad de Valladolid) hay un plan de integración de la inmigración con capítulos específicamente destinados a las áreas rurales. En principio, legislación sí que hay. Además, existen iniciativas muy interesantes de organizaciones no gubernamentales. Una de éstas, la Fundación Cepaim, ha generado una metodología —en relación con el asentamiento de población inmigrante en áreas rurales despobladas— para hacer esto con garantías de éxito.


Rosario Sampedro es doctora en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y profesora titular del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad de Valladolid desde el año 2005. Sus líneas de investigación se centran en la sociología rural y de las migraciones, los estudios de género y el desarrollo rural. Actualmente está dirigiendo el proyecto Crisis e inmigración en el medio rural de Castilla y León: Escenarios socio-territoriales para el arraigo de los inmigrantes y la sostenibilidad social de las áreas rurales (CSO2015-67525-R, MINECO/FEDER), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

Icono subida